ACOLCHADO A MANO, VIVIR EL PRESENTE, QUILTING
No me quiero repetir, ya conté en una entrada anterior que acolchar
una colcha de patchwork a mano le da un valor que multiplica el que puede tener
una que ha sido acolchada a máquina.
Esto no quita que pueda haber alguien que ponga en duda
hasta qué punto es necesario ese trabajo, hasta qué punto es necesario emplear
cientos de horas a una tarea que una máquina podría realizar en una mañana. La
respuesta es sencilla y se responde con otra pregunta: ¿para qué estás haciendo
la colcha?
Si la respuesta a esta pregunta es: “para crear una colcha y
ver el resultado cuanto antes”. Claramente para ti no tiene sentido acolchar a
mano, es una clara pérdida de tiempo. Es como si de pronto nos pusiéramos a
lavar la ropa a mano simplemente porque consideramos que hacerlo con una
máquina es menos valioso.
Pero si la respuesta a la pregunta es: “para disfrutar del
proceso”. Entonces sí, entonces tiene todo el sentido del mundo dedicarle tanto
tiempo.
Ahora mismo estoy embarcada en uno de esos proyectos que quiero
disfrutar, que quiero realizar con lentitud para recordarlo como parte de mi
vida.
Más adelante publicaré el proyecto completo para que veáis el
dibujo y entendáis el significado de este. Pero en esta entrada simplemente
quiero hacer una reflexión sobre lo que siento cuando acolcho a mano. Por si alguien
se lo ha planteado alguna vez, pero le da miedo dedicar tanto tiempo a una
tarea que puede parecer tediosa.
Acolchar a mano es una forma de Mindfulness, esa palabra tan
de moda que significa poner atención plena en algo. Es una forma de conectar
con el presente, con la tarea que te ocupa, con cada puntada que tiene que ser
del mismo tamaño que el anterior. Es la sensación de la aguja atravesando las
tres capas, el dedo que tienes detrás sintiendo la puntada de la aguja que
confirma que las tres capas han sido atravesadas y después vuelta entrar para
volver a salir. El mayor mérito consiste en realizar varias puntadas de una con
la aguja y después dejar pasar el hilo por todas ellas. Yo normalmente suelo
hacer cuatro puntadas de una, pero hay quilters expertas que pueden llegar
a realizar hasta siete puntadas sin dejar pasar el hilo.
La parte que menos me gusta es la de tener que cortar nuevo
hilo y enhebrar la aguja. Pero como todo en la vida siempre haya partes que no nos
gustan, pero no por eso vamos a dejar de hacer lo que sí nos gusta, ¿verdad?
Es una tarea que se puede hacer en soledad o en compañía de
otras quilters. Me consta que, en zonas como Lancaster en Pensilvania, donde
el patchwork es casi un medio de vida para las mujeres Amish, se reúnen antes
un bastidor gigante y acolchan colchas gigantescas en grupo. Las imagino
charlando y debatiendo temas del día a día.
Yo por mi parte lo suelo hacer a solas. A veces en silencio,
conectando con la sensación del hilo atravesando la colcha, pero la mayoría de
las veces escuchando alguna cosa que me entretenga. Puede ser la radio, un
podcast o un audiolibro, cualquier cosa que no requiera que use la vista. Coloco
el bastidor y me pongo como objetivo rellenar ese cuadrado con puntadas. Se me
pasan las horas como minutos y puedo audioleer un libro maravilloso mientras
sigo con la tarea que tanto me hace disfrutar.





Comentarios
Publicar un comentario