FLUIR CON EL PATCHWORK - UN COLCHA ACOLCHADA A MANO - FLOWER QUILT
El que dejara de escribir en el blog no significa que dejara
de coser. Durante estos años he seguido trabajando en proyectos que me gustaban
e ilusionaban. Algunos muy ambiciosos, otros un poco más sencillos, pero todos
hechos para disfrutar y divertirme.
El patchwork me encanta, no sé cómo explicarlo, ese proceso
de tener una idea en mente, plasmarlo en un papel, y después buscar la manera
de transformarlo en una colcha me apasiona. Algunas salen mejor que otras, pero
en general he aprendido que es muy difícil que uniendo telas bonitas salga nada
feo y eso ya es una ventaja con la que contamos.
Cuando te concentras en algo y fluyes con ello tu cerebro entra
en un estado difícil de definir. Sientes que estas donde tienes que estar,
sientes una especie de magia que hace que el tiempo pase y ni te des cuenta.
Esa concentración placentera, ese disfrute que sentías cuando eras niña y
jugabas hasta tarde sin darte ni cuenta de la hora que era. Dicen que lo mejor
que te puede pasar en la vida es que tu trabajo te haga sentir así.
Yo lo intenté, me dediqué a vender mis proyectos y tuve un
cierto éxito en su día, pero no era lo mismo. Recuerdo que cuando lo hacía por
trabajo dejaba de ser placentero para pasar a ser una obligación. Pensaba en
los gustos de los clientes, en hacerlo “vendible” y perdía la libertad de la
creatividad. Imagino que el problema en realidad era mío, si no me importara
tanto complacer a los demás me hubiera sentido mucho más libre.
Así pues, como ejemplo de proyectos que he ido haciendo estos
últimos años, sin esa presión del qué dirán, he decidió publicar una de mis colchas
más personales. La hice con idea de plasmar las plantas y flores que habían tenido
algún significado a lo largo mi vida. Desde mi ramo de novia, las margaritas
que solía recoger de niña o las plantas que desde hace años adornan mi casa.
El proceso fue largo, disfruté de cada bloque de forma individual,
sabiendo lo que significaban y lo importantes que eran para mí.
Una vez montado el frente, el acolchado fue largo y tedioso.
Miles, millones de puntadas que unían las tres capas haciendo que el trozo de
tela se convirtiera en una colcha con su acolchado en medio. No es un trabajo fácil,
los dedos te duelen, cuesta ver el resultado y en más de una ocasión te ves
tentada a usar la máquina de coser y terminar el trabajo en una tarde. Pero
luego piensas que lo que menos importa es el resultado, lo importante es el
proceso y el disfrute de sentir la aguja entrar y salir formando el dibujo que
habías imaginado.
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